1 nov 2011

Critica de CARA DE CUERO

En 1994 el escritor alemán Helmut Krausser (poeta, novelista , cuentista, dramaturgo y ajedrecista) publicó su primer texto dramático: Lederfresse (Cara de cuero). Se supone que antes de ella había escrito cerca de una veintena de obras y las había quemado todas.

Lederfresse ha sido montada desde entonces más de un centenar de veces en un gran número de países, y en general ha causado un gran impacto. La historia está basado en un hecho real: en 1987 el joven Werner Bloy fue asesinado en Munich por la policía. ¿La causa? Bloy en su casa tenía una motosierra, llevaba una máscara de cuero cosida por él mismo y una vestimenta similares a la del asesino de la famosa película “La matanza de Texas” (1974), en la que un hombre limítrofe descuartizaba a sus víctimas. La policía, confundiendo realidad con ficción, acribilló al joven para “salvar la vida” de la mujer con la que estaba encerrado, quien resultó ser su novia. Al tiempo se estimó que al parecer preparaba una performance.

Aquella historia fue tomada por Krausser y llevada al teatro, con una mirada profundamente ácida respecto de la sociedad en general, y particularmente en torno al control policial, al terror que se instala en la comunidad frente a un enemigo a veces inexistente, y que es utilizado a menudo por las autoridades para mantener el orden social a costa de las libertades individuales.

Todo ello hace que la puesta en escena de “Cara de Cuero”, que llega a la Sala 2 del Sidarte, a cargo de la Compañía de Teatro Rabia, con la dirección de Rodrigo Molina, sea de antemano un indudable acierto.

Con el creciente temor que se ha tomado desde hace tiempo las pantallas de nuestra televisión, en los noticieros y en un sinnúmero de programas policiales, que ha validado entre otras cosas el montaje (como ya ha quedado judicialmente demostrado) del caso bombas, y el reciente surgimiento del nuevo enemigo público por excelencia, el abominable y bestial “encapuchado”, lo escrito por el alemán hace 17 años nos parece hoy terriblemente cercano.

En escena dos personajes, un hombre que viste tal como un asesino en serie y una mujer algo ebria, se devanean entre estados emocionales extremos: pasan de la ira más profunda a un delirio absoluto, y de allí a la pasión o la ternura. El espacio es asfixiante, pero el afuera aparece aterrador, una ciudad sin orden ni ley, donde la única seguridad posibles la entregan la policía o la motosierra que blande el protagonista.

Tanto una cosa como la otra, tanto el desvarío de los personajes como la atmósfera de miedo están logradas de gran manera por la propuesta de la Compañía de Teatro Rabia. Lo primero descansa en gran medida en el ritmo que le imprime el protagonista Herman Heyne, que realiza un personaje lleno de matices y logra algo que cuesta encontrar: hace de un texto difícil, pesado y a ratos excesivamente poético, algo cercano y hasta natural. Mirta Traslaviña por su parte tropieza a ratos con las dificultades del texto, más tiene sobre sus hombros una tarea que lleva adelante con gracia, el ser la voz racional, aunque algo ebria, que le falta a aquel otro personaje, que aparece entre idiota, idealista y genial, todas ellas cualidades propias de alguien que no está del todo inserto en la sociedad: el protagonista no trabaja y está sumergido en cintas de video en las que tiene las películas que forman su mundo.

El hombre, que a ratos parece niño, y que como todo niño pasa desde la dulzura hasta la tiranía más insoportable en un tris, aparece poco claro en sus intenciones, no sabemos muy bien si todo lo que realiza es parte de un juego o se trata de un sicópata (para saberlo tendrá que ir a verla). Es todo un desadaptado, casi a-social. Ella es el contacto con la civilidad (al menos trabaja), y mantiene la racionalidad, o al menos lo intenta.

Lo otro, la atmósfera, es lograda mediante una propuesta visual que asfixia a pesar de ser minimalista, una muy bien escogida banda sonora (el director conoce de dirección escénica de ópera), pero sobre todo por la presencia de un objeto que no puede dejar indiferente a nadie: una motosierra que logra al menos incomodar al público, al estar frente a un instrumento tan feroz. Por último, el leve pero insoslayable olor a bencina que emana del famoso aparatito hace mas profunda la sensación de encierro y sordidez de la propuesta.

A un par de semanas de que el gobierno anunciara una de las leyes más inaceptables en términos de libertades individuales (la famosa ley anti-encapuchados) basándose en el clima de terror que ha pretendido instalar en la sociedad, al criminalizar las demandas estudiantiles y tratar de desviar así la atención de lo verdaderamente importante (lo justo o injusto de tales demandas) llega a nuestra cartelera “Cara de Cuero”, tratando con calidad e ironía tanto el discurso público de la seguridad como el de lo “normal” y el quehacer policial (de ayer, hoy y siempre, en Alemania 1987 o Chile 2011).

Datos

Director: Rodrigo Molina
Elenco: Herman Heyne, Mirta Traslaviña
21 de octubre al 13 de noviembre
Viernes y sábados 21:30 hrs. domingos 20:00 hrs.
$3.500 General, $2.500 Estudiantes y 3ra edad
Teatro Sidarte, Sala 2
Ernesto Pinto Lagarrigue N° 131, Barrio Bellavista

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